Los
venezolanos tenemos derecho constitucional a exigir un cambio de rumbo y el retorno
a la democracia.
(Manifiesto para
compartir en las redes sociales)
La de Venezuela no es cualquier crisis. El de Venezuela, no
es cualquier gobierno. El país se encuentra al borde de una gravísima crisis,
sin precedentes en su historia. Una crisis económica, una crisis social y una crisis
política. Y el gobierno anuncia profundizar su “revolución” para imponerla al
resto de venezolanos que la disentimos.
La economía está brutalmente paralizada. Las últimas
medidas, entre devaluaciones e intervencionistas, la asfixian. Y como remate, el
disparate de la ley de precios justos, que colocan al sector productivo en
camino rápido hacia la quiebra y el cierre de empresas, con las secuelas de
desempleo y pobreza que ello implica.
La sociedad venezolana está sometida al imperio del hampa y
la violencia, actuando en casi total impunidad, sin que el gobierno ni institución
alguna, actúen eficientemente para enfrentarla. Los venezolanos, ciudadanos
comunes pues los altos funcionarios disfrutan de protección especial, estamos a
merced de la mayor carnicería de muerte de violencia delictiva que jamás
hayamos vivido. Para rematar, presenciamos las más abierta y descarada
corrupción, reconocida incluso por sus propios funcionarios, desmoralizando la
salud pública, contaminando la ética, la moral y la honestidad de los
venezolanos.
Y crisis política, por cuanto nuestro sistema democrático ha
sido desmantelado. Una república requiere como mínimo dos condiciones: separación
de poderes y estado de derecho, y ambas desaparecieron, desde hace mucho, de
nuestro sistema político. Y poco a poco, se viene derogando nuestra
constitución para sustituirla por el llamado “Plan de la patria”, proyecto de
de sociedad totalitaria y antidemocrática, incompatible con la constitución.
Pero el régimen “chavista”, ahora “madurista-cabellista”,
viene cerrando los espacios para el ejercicio de la democracia, se hace más
represivo y contribuye premeditadamente a crear un clima propicio para la
violencia política, como viene ocurriendo, de diversas maneras en el país,
desde hace varios meses. El gobierno es el único el responsable de que el país
se encamine hacia violencia al perseguir y criminalizar la oposición democrática
(partidos, gremios, sindicatos, ONG’s y pueblo en general), que ha optado por los
medios pacíficos como única opción para cambiar democráticamente de régimen.
La situación es cada vez más insostenible: escasez,
inflación, desempleo, conflictos sociales, violencia delictiva, corrupción,
ausencia de Estado de derecho, entre muchos males, impactan a los ciudadanos
venezolanos, sobre todo, los más pobres, obligados a largas y humillantes colas
para proveerse de bienes esenciales.
El movimiento estudiantil ha redespertado como voz que exige
un cambio en el estado de cosas. Y a estas protestas se vienen sumando muchos
sectores del país conscientes de que nuestra nación se descarrila hacia el
despeñadero de la violencia, del hambre, la anarquía y la ingobernabilidad.
El gobierno argumenta haber ganado elecciones, que sabemos,
en condiciones de ventajismo, abuso y corrupción del tesoro público. Pero ello
no le da poder para derogar la constitución, arrebatarnos el estado de derecho
e imponernos una sociedad y una economía totalitaria.
El primer paso es exigir un cambio de rumbo. Un plan de paz creíble
requiere participación de la oposición política y de la sociedad civil y no un
monopolio del gobierno.
Un plan de recuperación económica requiere respeto a los
derechos económicos establecidos en la constitución y el desmantelamiento de
los fracasados controles fiscales, monetarios y de política económica que
ahogan nuestra capacidad productiva y que nos han llevado la economía más
dependiente e importadora que jamás se haya conocido en nuestra historia.
Un plan de retorno a la democracia requiere el reconocimiento
de todos los venezolanos y el abandono de ideologías discriminadoras y
excluyentes, que el gobierno llama “proceso revolucionario”. Requiere nombrar,
de mutuo acuerdo, al contralor general, a nuevos rectores del CNE, a un nuevo
fiscal general, a un nuevo defensor del pueblo. Requiere crear una mesa democrática
para enfrentar la terrible crisis económica que agobia a uno de los países con
más ingreso per cápita de
Iberoamerica: Venezuela.
Nuestra lucha como sociedad civil es legítima y constitucional.
Rechazamos los insultos, el discurso agresivo y vulgar común en funcionarios
del gobierno, las acusaciones de golpistas, las campañas negras contra la
honorabilidad de las personas y organizaciones, la confiscación y secuestro de los
medios de comunicación públicos por parte del partido del gobierno, y el
chantaje y presión a los medios de comunicación privados.
Nuestra lucha es para salvar la democracia y el orden
constitucional.
Un ciudadano libre de
Venezuela
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